domingo, 16 de octubre de 2011

Devocionales a la mesa

Sentado a la mesa después de degustar un manjar moderno, disfruto del medio silencio que me brinda el restaurante (la música tiene el volumen preciso para no distraer mi meditación) .
El lugar esta tremendo, igual que el "Oven Roasted Chicken Breast" (¿No adivinan donde estoy?). Aprecio la paz que me brinda, aunque también el cariñito al paladar.

Lo mas importante es que pude hacer un alto y retomar una rutina divina que hace tiempo abandone. Era como si los dos lugares en la mesa estuvieran ocupados. Obviamente, uno por mi Y el otro por el inquilino de mi corazón.

¡Cuanta falta me hacen cada día sus relatos! Lamentablemente, deje de frecuentar el lugar... Y no es que El solamente te encuentre aquí, pero mi paz sí. Es decir, hay pocos lugares en los que mi actividad mental (estrés) se reduce y soy como un niño sin responsabilidades, que quiere saber todas las cosas e interroga al adulto que le acompaña... (¡Y aun escucha la explicación!

Es tiempo de irse. Estoy contento con el almuerzo y la compañía. Confío que el resto del día será mas llevadero después de esta cita divina.

’Yo estoy a tu puerta, y llamo; si oyes mi voz y me abres, entraré en tu casa y cenaré contigo. (Apocalipsis 3:20 TLAD)