lunes, 25 de octubre de 2010

Todo árbol tiene algo que decir

Hace poco estuve hablando con un árbol, no con árbol danzarín o una dríade, sino con uno de nuestro propio mundo. Mis reflexiones sobre aquel encuentro las anoté en mi diario narniano, y ahora las comparto con ustedes.

Todo árbol tiene algo que decir.
Plantado bajo un techo yace nuestro árbol. Desconozco su edad, pero tiene un buen tiempo creciendo. Lo más curioso es que no lo hizo hacia arriba como todos hubieran esperado. Pero ¿Alguien puede cuestionarle estar torcido si ha estado yendo todo este tiempo tras la luz?

He captado su mensaje sin palabras, y me identifico con él.

A veces siento que por ir tras la luz (lo único que realmente alimenta y nutre... el alma), hacemos esfuerzos que nos dejan en la posición menos deseada.
¿Quién quiere ser distinto a los demás cuando se supone que todos crezcan hacia arriba? Solo un árbol que sabe que arriba no esta lo que necesita. Creciendo en esa dirección no hay fotosíntesis posible, solo un techo.

Al meditar en ello veo que siguiendo la tradición no hay verdad, y es 'eso' lo que necesito. Busco la luz de la vida y debajo de este techo solo hay sombras.
Quiero triunfar en el camino de la perfección: ¿Cuando me visitaras (Yahweh)? Salmo 101:2a (NVI)

sábado, 16 de octubre de 2010

Una nueva devoción: No serían fabulosos

Hoy tuvimos ayuno en mi iglesia. Pasamos un tiempo maravilloso en oración y adoración, recibiendo el consuelo y las nuevas fuerzas de lo alto. En medio de aquel paraíso espiritual me dije a mí mismo: "Los ayunos no serían fabulosos si no estuviéramos tan necesitados de Dios".

Es cierto, no disfrutaríamos tanto la adoración ni la oración si Él no respondiera a nuestro clamor; pero lo hace, y eso es fabuloso. Es como si en medio de la insatisfacción que experimentamos producto de esta vida, fuéramos satisfechos por el solo hecho de ser atendidos, escuchados por el Todopoderoso.

Recuerdo uno de mis pasajes favoritos en toda la Biblia. Es parte del discurso de Agur, hijo de Jaqué.
Sólo dos cosas te pido, Señor;
no me las niegues antes de que muera:
Aleja de mí la falsedad y la mentira;
no me des pobreza ni riquezas
sino sólo el pan de cada día.
Porque teniendo mucho, podría desconocerte
y decir: "¿Y quién es el Señor?"
Y teniendo poco, podría llegar a robar
y deshonrar así el nombre de mi Dios. Provebios 30:7-9 (NVI)
"Teniendo mucho" -dice Agur- "podría desconocerte". No solo tener riquezas nos hace sentir autosuficientes. A menos que yo sea una especie diferente de humano -o no lo sea del todo-, esas épocas de fortaleza y llenura cuando todo marcha sobre ruedas nos hacen olvidar de dónde proviene todo ese favor. Una cucharadita tras otra alimentamos nuestro orgullo. Entonces perdemos vigor al orar, los servicios ya no son igual de buenos, y al final desconocemos al Dios que decimos amar.

Cuando siento que solo no puedo terminar los días, o que un enemigo invisible me agobia, o cuando me frustra no poder conocer el futuro; es cuando aparece el hambre por lo eterno. Tal como un niño de pecho, rompo en llanto y en seguida El Shaddai me toma en sus brazos, sacia mi sed, me libera de la opresión, aplaca mis inquietudes, me rescata de la terrible necesidad (¿Seguimos siendo de la misma raza?).

Si cesaran los problemas, cesarían los ayunos, las vigilias, y la adoración corporativa; o tal vez no, pero no serían fabulosos.


A manera de anexo, comparto este video. Aunque tal vez no tiene mucho que ver con el tema principal de esta entrada, lo encuentro útil para quienes están en el preámbulo de eso fabuloso, es decir, en dificultades. A menudo somos intimidados por el pecado u otra adversidad, por lo que debemos comprender si Dios es suficiente para saciarnos, Su palabra es suficiente para crear en nosotros una nueva mentalidad y así vivir en lo "natural" de Su Espíritu, una vida de fabulosa devoción.