sábado, 13 de diciembre de 2014

Carta abierta a los padres de adolescentes en etapa de enamoramiento

CARTA ABIERTA A LOS PADRES DE ADOLESCENTES EN ETAPA DE ENAMORAMIENTO

Todo tiene su tiempo bajo el sol. Hay un tiempo de nacer, y un tiempo crecer; un tiempo para ser responsable de sí mismo, y un tiempo para ser responsable por otros. Quienes tenemos la dicha de ser padres podemos ver en nuestros pequeños la oportunidad de enmendar errores pasados y perpetuar lo bueno en nosotros.

He visto como al llegar la etapa de la adolescencia se elevan murallas de protección en los hogares, y como los hijos las brincan con toda facilidad. Con la misma astucia que burlábamos la seguridad en casa de nuestros padres —y aún con más—, nuestros hijos burlaran la nuestra.

He visto padres que tiemblan ante la idea de que la quinceañera que duerme bajo su techo, la misma que vieron nacer, llegue un día presentando a un joven apuesto —o no tanto— al que llama "mi novio". Pareciera que cuando se pronuncian esas palabras no hay marcha atrás. Otrora no había más opción, es cierto. Tristemente, la sociedad ha degenerado la idea del compromiso convirtiéndola en un examen de selección múltiple con comodines disponibles de undo/redo (Deshacer y rehacer).

Piensas que has sido claro con que "novio o novia" son palabras prohibidas hasta determinada edad, pero debo advertirte que no es el título lo que define una relación, sino lo que hacen o dejan de hacer los jóvenes. No hace falta que tu hijo o hija se abstenga de besos y caricias, porque el amor no es algo físico meramente, también es emocional y psíquico.

Cuando dos chicos empiezan a tocar sus corazones y a construir casitas de ilusión en su universo virtual, estamos en presencia de un noviazgo underground (o bajo cuerda).

Aquellos que se identifican con el escenario deben estarse preguntando: ¿y ahora qué hacemos? Recomiendo lo siguiente —digo yo, no el SEÑOR:

Admite los hechos. La negación nunca resuelve nada. Lo mejor que uno puede hacer es asumir la realidad y participar activamente en su construcción. Tampoco esto significa llegar hasta el otro extremo lanzándolos irresponsablemente a un matrimonio prematuro, o peor aún, promover un noviazgo de término indefinido, carente del temor de Dios, un caldo de cultivo para malos hábitos. Que nuestros hijos crezcan y quemen las mismas etapas que nosotros años atrás no tiene que ser una tragedia.

Cuéntales tu historia. Cuando yo era pequeño y vivía con mi padre, cuando era el niño consentido de mi madre —estoy citando Proverbios... aunque sigo siendo pequeño—, recuerdo haber escuchado la historia de cómo mis padres se conocieron. De hecho, antes de hacer oficial mi noviazgo con Carla (mi esposa), tuve una conversación muy importante en la cama con mi mamá. Aquella tarde calurosa me contó con pelos y señales como mi papá la enamoró. Atesoro aquel momento en mi memoria.

Hay que enseñarle a los hijos cómo uno ha caminado en la vida (bien o mal) para darles una idea de lo que están a punto de experimentar. Con honestidad y plática constante no habrá lugar para la rebeldía juvenil.

Dales algo a qué aspirar. "Quien halla esposa halla la felicidad: muestras de su favor le ha dado el SEÑOR" reza el proverbio, mostrándonos cuán alta es la estima de Dios hacia el matrimonio. Debes permitir a tus hijos aspirar esa felicidad. Entrénalos para un día formar un hogar y que éste se constituya en una lumbrera en medio de la oscuridad de esta generación.

Un buen amigo me dijo que el mejor estado del hombre es estar casado y en Cristo. Lo creo firmemente. Haz que ellos también lo crean. Así Dios será el eje de la relación que están teniendo y esta llegará a feliz término (sea que se casen, o descubran que no son el uno para el otro).

Sé específico al hablar. Nada como tener las reglas de juego bien claras desde un principio. Comparte con tu hijos tus temores y expectativas acerca de su comportamiento, el tiempo que debe dedicar a la relación, o el que debe esperar antes de iniciarla. Hazle ver que los pasos que está dando son trascendentales y no solo lo involucran a la parejita, sino a dos familias, y posiblemente a una iglesia. Habla de los peligros pero también de lo hermoso que es quemar esta etapa contando con la ayuda de Dios y sus seres amados. Nunca des nada por sobre entendido, pero tampoco seas exasperante.

Nunca es demasiado tarde para orar por él —Ni demasiado pronto. Tal vez no seas un campeón de oración, y piensas que no tienes mucho que aportar, o tal vez piensas que esto no te incumbe porque tienes hijos pequeños. Déjame compartirte un sabio consejo de quien considero es el mejor de los padres terrenales.


Confío en que prestarás tu oído a mis razones, y en oración tomarás las mejores decisiones... por el bien de tus generaciones.

Gracia y Paz, ✌
Zabdiel David


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